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Espacio en el que hablar, dialogar, aprender y luchar por la igualdad entre las dos mitades de la humanidad. Lugar para luchar contra el enemigo, el patriarcado, dentro y fuera de nuestras filas y para animar a salir juntas a terminar lo que se empezó hace trescientos años. Busco un mundo paritario donde ser mujer no sea un inconveniente absoluamente para todo.

12/29/2019

El huevo del cuco

La estrategia nidoprástica del cuco común europeo efectuada magistralmente por el patriarcado

     Afortunadamente, de cada uno de los golpes que me ha asestado el patriarcado a lo largo de toda mi vida he salido cada vez más fortalecida. Esto se debe a que soy feminista, es decir, que le debo todo ese vigor resiliente a un montón de mujeres luchadoras (de ahora y de siempre) que iluminan su arduo camino a todas las mujeres que lo deseen.

     Es por ello que, para mí, cuando alguien insulta o ningunea a cualquiera de ellas es un disparo al corazón mismo del feminismo, es un ataque directo al cuartel general de nuestras tropas en la guerra al patriarcado. Con lo cual, si lo hace en nombre del feminismo, es un indicio inequívoco de que en esta guerra hay infiltrados que tirotean desde dentro.

     Hace décadas que esas mujeres ahora vilipendiadas nos enseñaron esa palabra con la que algunas y algunos se llenan la boca, pero que, en realidad, no han entendido nada: patriarcado. El patriarcado es el enemigo de las mujeres, es el que nos somete y oprime desde hace milenios. Es un sistema que ha evolucionado en diversas formas (feudalismo, capitalismo…), pero que mantiene su esencia: la opresión de unos seres humanos a otros. He repetido dos veces el término opresión y creo que va siendo hora de aclarar: la opresión se ejerce para obtener un beneficio: la nobleza oprimía al campesinado, la burguesía al proletariado y los hombres a las mujeres.

     Aclarado esto, volvamos a nuestro enemigo. Si llevamos milenios oprimidas es porque el adversario es fuerte y poderoso, con lo cual, no va a ser fácil derrotarlo. Como es un sistema cargado de fallos, que puede incluso acabar con la humanidad y el planeta, las clases sometidas han sabido aprovechar esos fallos para obtener victorias que han dado un respiro a las personas, pero el capitalismo, siempre fuerte, se sobrepone y aplasta cualquier conato de ruptura.

     Con la lucha de las mujeres esa reacción se complica cada vez más y el sistema se está reinventando para contraatacar. Llevamos trescientos años de lucha y hemos avanzado, no se puede poner en duda, pero la contienda está muy lejos de terminar. Tenemos algunas batallas ganadas, debido, precisamente, a esos mencionados fallos del patriarcado. Por ejemplo, durante la II Guerra Mundial la mujer se incorporó en algunas naciones implicadas masivamente al sistema productivo de la industria pesada por necesidad del propio capitalismo y eso fue un pistoletazo de salida para una pequeña victoria: cuando acabó la guerra ya no fue tan fácil volver al redil y el patriarcado ya no pudo evitar la incorporación de las mujeres al mercado laboral. Pequeños triunfos: independencia económica, profesionalización… Esas y otras, como el derecho al voto, son las que le encantan al llamado feminismo liberal, que yo prefiero llamar pseudofeminismo y que nos venden como el fin de la desigualdad (sí, sí, a mí también me da la risa).

     Sin embargo, pronto, el movimiento feminista fue consciente de que no era suficiente y, entonces, empezó el peligro: el feminismo radical, el que nos enseñó que esto solo se acaba con un cambio de sistema, como aprendimos del marxismo, e inaugura la revolución feminista; revolución lenta, somos conscientes, pero más segura que otras. El sistema machista reacciona y ataca por todos los frentes: intento de separación de la lucha obrera con el bulo de la incompetencia ideológica (las que ahora se conocen como “fake news” no son un invento posmoderno), desprestigio del movimiento en general con argumentos tan falaces como el anterior: destrozamos familias, somos hembristas (otro invento irrisorio de la ideología patriarcal)…

     Parecían ingenuos y nos frotábamos las manos porque tanta estupidez no hacía más que engordarnos… Hasta que. en su afán de dividir para vencer, sin haberlo planeado, llegaron a la estrategia nidoprástica del cuco común europeo. El cuco europeo no hace nidos ni cuida sus huevos. Aprovecha alguna nidada de otra especie para dejar su huevo, a veces destruyendo los existentes, otras, simplemente añadiendo el suyo. Las aves progenitoras de la nidada no se percatan del engaño y empollan el huevo como uno más. Cuando el polluelo del cuco nace, sus padres lo alimentan con esmero, creyendo siempre que es de su estirpe. Normalmente, los individuos de la especie elegida suelen ser más débiles que los cucos, lo cual favorece que el polluelo invasor acabe con sus compañeros de nido, en caso de que no lo haya hecho ya su madre biológica, matándolos con violencia o de hambre. Sus engañados padres adoptivos viven extenuados para alimentar a semejante descendiente que no tardará en superarlos en tamaño, pudiendo incluso llegar a matarlos también cuando ya no los necesite. Eso es lo que el capitalismo hizo con la lucha obrera a través de la socialdemocracia y lo que hace ahora con el movimiento feminista a través de el llamado “feminismo liberal” y la teoría queer (prima hermana del anterior), es decir, el pseudofeminismo. Es el patriarcado troyano que llaman las SuperVioletas en Tribuna feminista.

    La única manera de evitar que el cuco extermine al resto de la nidada y a sus progenitores es desenmascarándolo. Es hacer ver a los esmerados y engañados padres que están alimentando un monstruo que está programado para destruir a toda la familia y así acabar con la competencia a la vez que, como un parásito, se alimenta y engorda gracias a ellos.

     La misoginia de estos advenedizos es una de las muestras más claras de su verdadera estirpe, y cada insulto a una feminista histórica, como los recibidos por Lidia Falcón, entre otras, en el año que dejamos, nos proporcionan la fuerza para luchar con la misma intensidad que lo hemos hemos hecho siempre contra nuestro eterno enemigo, que ahora pretende ingresar en nuestras filas y no se lo vamos a permitir. No debemos emplear ni una gota de energía en argumentar o debatir lo incuestionable: la energía es para acabar con el enemigo infiltrado arrancándole la máscara.
     
     Sin duda, hay que expulsar al cuco invasor, pero esa batalla no debe nublar las otras, aún sin concluir: nos siguen matando, violando, casando, poniendo hiyabs, extirpándonos el clítoris, explotando nuestros cuerpos… Se hace necesario, ahora, reorientar nuestra estrategia de lucha para abordar todos los frentes, incluido el interno.

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